La explicación clásica es que para completar la digestión es necesario que mucha de nuestra sangre vaya al aparato digestivo, ya que al torrente sanguíneo es a donde deben pasar los nutrientes para luego llegar a todas las células de nuestro cuerpo. Mientras la sangre está concentrada en este proceso es retirada (una parte de ella claro está) de otros órganos, entre ellos el cerebro. Al bajar la concentración de sangre en el cerebro se produce la sensación de sueño.
Sin embargo, Denis Burdakov, investigador en la Universidad de Manchester, Inglaterra indica que la verdadera razón del sueño que sentimos después de la comida radica en las variaciones de la glucosa en sangre consecuencia de los alimentos ingeridos.
La glucosa hace descender las orexinas que son péptidos producidos por neuronas especializadas situadas en el hipotálamo que participan en la regulación del ciclo diario de sueño y la vigilia en el control del apetito.